martes, 8 de noviembre de 2011

kilo y medio...

Nuestras vidas se entrecruzaron en un lugar concreto y en un instante preciso, pero tan sólo al escuchar unas palabras mágicas supe que nuestras vidas transcurrirían en un futuro de forma paralela a diferente altura y puede que a diferente velocidad. Ya no existía posibilidad de otro cruce de caminos. Aquellas palabras mágicas habían deshecho el hechizo.

Nuestras miradas se habían cruzado en varias ocasiones. Él no estaba solo, iba acompañado de otros hombres. Yo no iba sola, iba con Lola...



Ya en el control de equipajes nos habíamos fijado el uno en el otro. Más tarde la tienda de revistas y libros sería nuestro lugar de encuentro, nuestro meeting point. Yo miraba de reojo cuáles eran sus gustos, en qué secciones se detenía. Él miraba abiertamente aquello que yo ojeaba ( de echar un ojo). Lo que quiere decir que él miraba que yo le miraba y yo miraba que él me miraba, al margen de aquello que hojeábamos entre las manos o en las estanterías.

Casualmente coincidimos en el mismo vuelo. Prometo que no cambié mi billete. Las casualidades, ésas que en ocasiones comento que no existen, hicieron que nuestras miradas volvieran a sorprenderse a la entrada del avión. Nuestros asientos serían en diferentes filas y yo daría por finalizada la aventura.

El avión finalizó su aterrizaje en un lugar indeterminado en medio de la nada. Lejos, muy lejos del finger. Un autobus nos esperaba a pie de escalerilla. Y es ahí precisamente cuando nuestras vidas se entrecruzaron, fuertemente agarrados a una barra cromada y en tan sólo medio metro cuadrado.

-Qué bien os arregláis, dijo. Y así comenzó una conversación que duró lo que duró el trayecto entre el avión en medio de la nada y la puerta de la terminal. Diez minutos muy divertidos.

Pero no todas las historias tienen un final feliz y ésta sería una de ellas. No sé cómo pudo hacer un comentario tan desafortunado...

-Ya le comentaré a mi mujer lo que hemos hablado, ella tiene un perro que pesa kilo y medio, así que también podrá viajar con él. Éstas fueron sus palabras mágicas que rompieron todo el hechizo. Cómo pudo decirme eso???.

Aquel hombre no era consciente del significado de sus palabras.

Nos despedimos amablemente y tanto Lola como yo alijeramos el paso sabiendo que atrás dejábamos una historia truncada. El destino nos había fallado en esta ocasión.

Cómo pudo hablarme de aquella manera...un perro de kilo y medio¡¡¡

Ahora, mientras recuerdo su atuendo casual, su aspecto amable, los cuchicheos de sus acompañantes, y aquellas palabras imborrables...Lola y yo escuchamos un poco de música...

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