jueves, 22 de diciembre de 2011

cámara oculta...

En ocasiones, el trabajo  nos proporciona momentos estelares, casi casi impagables. Pero esta idea que ronda mi mente en este instante es transitoria...lo que deseo ansiosamente es que me paguen.

Mi paciente, a su corta edad, resultaría un paciente estricto, inquisitivo y desprovisto de compasión. El acompañante, su padre...un hombre joven, amable, risueño, hasta incluso atractivo.

-De dónde eres? me preguntó.
-Por qué? tanto se nota? respondí.
-De Bilbao centro, continué diciendo esbozando una sonrisa nada forzada.

La situación era surrealista.

Su hijo precisaba de mis servicios. Se trataba de hacer una cura que yo misma decidí días antes controlar su evolución en el Servicio de Urgencias. No se trataba de ningún trato de favor, tan sólo de propio interés por ver la evolución de una cura que yo misma había iniciado. Pero mi paciente, mi paciente nada inglés, me mostraría su lado oscuro: enfurruñado me miraba, no descuidaba ninguno de mis movimientos, ni mucho menos de los pasos a seguir en la cura y posterior vendaje. Su cara lo decía todo...aquello no era de su agrado. Finalizado el trabajo el padre amablemente me dió las gracias, sonrió y dijo: da las gracias. El paciente, su hijo, no estaba decidido a hacerlo, más bien no estaba en nada de acuerdo con el resultado. Él quería un vendaje ligerito.

 Muchos pacientes desean un resultado diferente al que se obtiene tras una cura o un vendaje ya que su pensamiento sobre lo que se debe o no debe hacer, reposo o actividad, discrepa mucho de los consejos sanitarios.

Feliz y contenta decidí desaprender lo aprendido. Deshacer lo realizado. Al más puro estilo Penélope...deshice el vendaje y la cura.

El padre no sabía qué decir: no le hagas caso. Sonreía casi casi avergonzado.

-Si esto es una cámara oculta no me extañaría nada, le dije ente risas.

El padre se echó a reir, la situación era totalmente surrealista. Un niño de 11 años me decía, me comentaba, noooo más bien me ordenaba cómo quería su cura y su vendaje.

-Tú de mayor vas a ser ingeniero¡¡¡ le dije.

El padre comenzó a reir abiertamente.

-Su abuelo y sus tíos son ingenieros. Él va para ingeniero, me comentó.

Sin saberlo, el niño-paciente-futuro ingeniero me alegró la guardia. Llevaba muchas horas de guardia a mis espaldas. Llevaba muchas guardias en una misma semana a mis espaldas. Llevaba mucha, incluso demasiada carga emocional a mis espaldas en un día que quedará marcado en el calendario familiar y en el calendario personal por un evento al que no sólo no me habían invitado. Un evento en el que yo no sería la protagonista principal, pero puede que sí la sufridora principal...una boda que lejos de dejarme indiferente dejaba mi músculo cardíaco un poco afectado y necesitado de un sten...

Nos despedimos amablemente, giré la cabeza y comenté al resto de pacientes que seguían desde los boxes nuestra conversación:

-algún paciente más quiere decirme cómo lo quiere???

Las risas duraron un buen rato.

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