miércoles, 11 de agosto de 2010

encuentro...

Los encuentros en muchas ocasiones son casuales. Pero si nos ajustamos a la realidad no lo son, en todo caso son previsibles. Si yo salgo a pasear a mi perra por un mismo lugar y a la misma hora...es muy posible que me encuentre con las mismas personas que tienen parecidos hábitos o costumbres. Por lo que podría desterrar la idea de encuentro casual y dejarlo en: encuentro.

En otro tiempo los dos teníamos la misma raza de perro pero de diferente sexo. Los dos, nuestros perros, se querían mucho. Podríamos decir que de haberles dado la oportunidad, podrían haber sido pareja de hecho. Hacían muy buena pareja.

En los primeros diez minutos de conversación los dos comentamos las maravillas de nuestros perros ya desaparecidos, lo buenos perros que eran. Su mundo pequeño, al igual que sus patas: cortas y rechonchas.

Ahora los dos habíamos cambiado de raza, pero del mismo sexo: perra. Ahora los dos habíamos decidido impregnar a nuestras vidas un poco más de actividad, un poco más de distancia geográfica en los paseos con perrunas.

Pero era inevitable. Una vez terminado el recorrido por las maravillas de nuestras nuevas adquisiciones de animales de compañía, la pregunta del millón de dólares estaba cantada (desde el principio)...

...y qué tal tu marido???

Mi respuesta fue clara y contundente: estupendamente, mejor que nunca, ahora estamos divorciados, le va estupendamente¡¡¡¡

El hombre no sabía cómo salir del embrollo, así que sólo le quedó replegar velas, coger a su perrita y decirme de la mejor manera posible: esto pasa hasta en las mejores familias¡¡¡

Nos despedimos y le dejé fumando compulsivamente. Por mi parte yo estaba relajada, la próxima vez en que se produzca un encuentro no casual estoy segura que ya no me hará la pregunta del millón de dólares...y nos limitaremos a hablar de las perras...

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