miércoles, 27 de octubre de 2010

historia particular...

Ésta es la historia de una manta de cuadros: rojo, verde y negro. Una manta tipo picnic de uso nada exclusivo. Una manta multiuso...


La historia viene de hace 30 años yyy este dato me produce vértigo.

Habíamos cenado, luego un poco de televisión, lo habitual en un día cualquiera, el mismo ritual que hoy mismo he realizado. No se trataba de un día cualquiera, aquel día cambió nuestras vidas.

Un Seat 600 de color blanco, una manta de cuadros y la carretera de la Ría entre las Arenas y Bilbao. Por aquel entonces el color de la Ría era de un marrón muy chocolate, nada parecido al verde esmeralda que luce estos días. Los reflejos de las fábricas en la Ría me producían un encantamiento especial.


Esa carretera siempre me gustó, seguramente quedó en mi subconsciente como parte importante de mi paisaje cerebral...

Era ya de noche: llegamos a Bilbao, una dirección muy concreta. Los dos nos acercamos a la puerta de un edificio. Recuerdo que tocamos el timbre y una mujer vestida de monja salió a recibirnos.

-Qué queréis???

-Vengo a dar a luz, dije.

La noche transcurrió entre dolores de parto yyy ronquidos. Los míos eran los dolores de parto. Los ronquidos provenían de mi marido que dormitaba en un sofá-cama-acompañante. Recuerdo el transcurso de esa noche como una de las vivencias más surrealistas que me han ocurrido. Eramos jóvenes y principiantes yyy supongo que fruto del desconocimiento y de los nervios cerramos la puerta de la habitación con cierre. Nuestro motivo lógico para la ocasión: era que se nos había olvidado llevar el pijama de mi marido. La monja escandalizada picaba la puerta...no sé qué pensaría que podríamos hacer en semejante situación. La bronca que nos echó fue monumental¡¡¡¡

-Tú no tienes cara de estar de parto¡¡¡ esto lo dijo en la entrada, tras tocar el timbre a nuestra llegada.

Se pensaría que ibamos de picnic con la manta...



-Yo creo que sí, le contesté.

-Bueno, bueno...podéis pasar.

Creo que luego confirmaron el motivo de nuestra visita nocturna. Yo estaba en aquella habitación del Sanatorio Bilbaíno yyy de parto.

Supongo que el hecho de ser muy muy jóvenes nos hizo minimizar los miedos. Nos enfrentábamos a algo desconocido, en un lugar desconocido y con personas que nada tenían que ver con nuestro entorno.

Nos habían instalado en una habitación con las indicaciones oportunas sobre el lugar del timbre y especialmente el uso apropiado de él. Sólo debíamos utilizarlo en caso de ocurrir algo muy novedoso. Supuestamente las personas que debían acudir ya estaban informadas. El médico tardó en llegar. Recuerdo su cara perfectamente. También tengo en mi mente la cara de mi marido. Recuerdo su color: estaba blanco¡¡¡.

Recuerdo mientras me despertaba de la anestesia, entonces no se usaba la epidural...entre nubes de ideas, lazos de color azul...recuerdo una palabra-pregunta que yo repetía insistentemente: niña??? niña???...en mi cerebro una imagen se repetía...los lazos de la cuna eran azules, debía cambiarlos inmediatamente. Quería salir corriendo y cambiarlos. Tampoco teníamos nombre, siempre pensamos que sería niño...todo era azul.

Nuestro mundo era de color azul...


YYY de pronto nuestra vida se convirtió en "la vie en rose"...


Treinta años han pasado desde aquella noche yyy ahora me encuentro escribiendo en una pantalla de ordenador. Contando una pequeña historia que cambió nuestras vidas. La mía, la de mi marido y el inicio de una nueva vida: la de nuestra hija Lisa.

Una aventura fascinante hacia lo desconocido: habíamos sido padres. Pasados los años repetimos la experiencia, acudimos al mismo lugar y por el mismo motivo, pero ya no cerraríamos la puerta de la habitación con pestillo y el médico-ginecólogo casi llegó a los postres.

Desde ese día no he dejado de ser persona y madre a la vez...y espero seguir así por mucho tiempo...

Ahora es de noche, estamos en el písín, treinta años separan esta historia, pero las dos estamos y pasaremos la noche juntas bajo el mismo techo.

Nada es por casualidad, ni nada es igual...


Aquella manta de cuadros que cubría mi cuerpo en el asiento del copiloto de un Seat 600... por la carretera de la Ría en una noche de un 25 de Octubre de 1980... siempre será mi "historia particular". El reflejo de las luces en la Ría siempre estará ahí, aunque ya nada es igual...

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