miércoles, 24 de noviembre de 2010

la cicatriz...

Estaba cansada, era ya de noche y hacía frío en el piso. No eran horas de encender la calefacción e incrementar el gasto energético. Lo mejor: ir a la cama a leer, bien tapada con el edredón nórdico.


Una breve editorial de opinión en una revista llamó mi atención y me hizo reflexionar sobre la musculatura de mis brazos.

En ella: la autora Pilar Varela escribe y transcribo:

En un momento cariñoso un amigo me preguntó:

-qué era eso?

-una cicatriz contesté.

-qué te pasó?

Ninguna aventura interesante de contar, no pasó nada, respondí.

Fue un conjunto de microtraumatismos, según diagnosticó el traumatólogo antes de operarme. La razón es que soy diestra. Mi mano derecha tiene que estar libre, ir ligera, porque abre las puertas, estrecha manos, firma, se pone las gafas...es la que hace todo mientras mi brazo izquierdo disciplinariamente carga.

Mi amigo sonrió incrédulo ante esa explicación, porque a los hombres no les falta el supraespinoso...que es el músculo que se me rompió por acarrear cinco paquetes de leche, tres o cuatro libros y carpetas, por llevar a un niño en brazos, por abrir la puerta de un coche, por toda esa actividad constante que el brazo menos importante ofrece al otro para que éste pueda manejarse libremente.

Qué cosas les pasan a las mujeres, debió pensar. Un accidente, una operación, un parto...es lo que se suele pensar que daña el cuerpo de una mujer dejando una cicatriz. Sin embargo una cicatriz es más que una marca imborrable, más que un dibujo feo, o quizá raramente hermoso, sobre la piel, es un rasgo humano, un tributo de vida, un recuerdo permanente que siempre significa algo.

Mi amigo y yo seguimos hablando de otras cosas y olvidamos esa costura que siguió coronando mi hombro y exhibiéndose, tal y como continuará de por vida.

Pero, después de aquel momento, reflexioné sobre la charla y pensé que el brazo izquierdo, el currante, es una metáfora, de algunas mujeres, no todas, pero sí de muchas.

Tengo varias amigas que han trabajado afanosamente en el anonimato para que luzcan sus parejas. Ellos han sido la metáfora del brazo derecho, el que busca, decide, protege; el que manda y resuelve problemas, el que protagoniza la vida. Ellas han asumido el papel de brazo izquierdo, el que ayuda en silencio, se afana, apoya, facilita y aguanta, el que está dispuesto a llegar hasta el final, el que a veces se rompe, el que no siempre cicatriza.
.......



Tras terminar de leerlo, cerré la revista, apagué la luz y los pensamientos, esas nubes que van de un lugar a otro comenzaron un viaje desde un hemisferio a otro, se hacían notar.

Palpé en la oscuridad mi brazo derecho: en él un pequeño relieve me recuerda que tengo unas fibras musculares rotas. Hace algún tiempo y tras un tirón de la maleta al intentar bajarla en el avión mi músculo emitió un pequeño chasquido. Poco a poco, gracias al tiempo que pasa, me voy olvidando y en ocasiones la historia se vuelve a repetir.

El viernes mientras cargaba las bolsas de la compra en previsión de un fin de semana gastronómico-familiar....el músculo volvió a hacer....crack¡¡¡

Pero resulta que se trata de mi brazo derecho precisamente y soy diestra. Ahora yo no soy el brazo izquierdo de nadie, pero sí reconozco la historia y me reconozco en la sombra, siendo yo misma ese brazo izquierdo yyy en cuanto a la cicatriz...

Ahora: cuento con mis dos brazos, dos manos, dos piernas...que la vida es un tango animado¡¡¡.

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