viernes, 18 de junio de 2010

recena...

Había pasado un día tranquilo. Había salido de guardia, un desayuno sin diamantes pero especial y todo transcurría con normalidad.

Se agradecen algunos días en los que nada previsible debe ocurrir. El tiempo del reloj libre. Tampoco debe ocurrir nada imprevisible.


No tenía ninguna cita prevista para la cena. Me encontraba feliz y relajadamente en el sofá, ya se había hecho de noche. De pronto una visita inesperada.

Hay visitas inesperadas y que se hacen especialmente desagradables. Un ejemplo: ese timbre que suena y que intuyes que es algún vecino con alguna misiva sobre el estado de cuentas de la "comunidad", algún proyecto de derrama o alguna bombilla que se ha fundido y parece que el mundo se derrumba si se produce un hecho de tan profundo calado.

Visitas que se presentan sin tarjeta de visita, sin previo aviso...


El caso es que no recuerdo haberle invitado a cenar, ni a los postres, ni haber recibido su invitación.

Recuerdo que mi corazón se aceleraba por momentos...


Pero él no es ningún extraño y no era la primera vez. Lo que no entiendo es por dónde entró, debió de hacerlo sigilosamente y aprovechando algún descuido.

Allí estaba. Me silbaba desde la cocina. Es extraño, pero dí un bote en el sofá y me acerqué rápidamente y allí estaba¡¡¡.

Una sonrisa maliciosa inundaba su cara. Le oí murmurar mi nombre y algo referente a que el día no había finalizado aún.

Yo estaba plácidamente en mi sofá Ikea, envuelta en un edredón nórdico, me creía estar en un paraíso, en mi universo particular yyy...


Mr. Murphy vino y parece que no se quiere marchar¡¡¡.



Me esperaba una desagradable sorpresa¡¡¡.

En un afán de tenerlo todo bajo control, había puesto la lavadora con el pijama y la bata de la guardia y algo más de ropa. Lo usual. La lavadora en un momento de frenesí había cobrado vida propia y decidido junto con mi Hombre en cuestión, que ella quería tener también una jornada de servicios mínimos y que de centrifugado....

...res de res¡¡¡.

Abrí la puerta redonda, el ojo de la lavadora y una gran cantidad de agua salió cayendo directamente al suelo. Un fuerte despliegue de toallas no impidió que la galería se inundara. Luego había que sacar el filtro en busca de algún objeto perdido y de nuevo mucha más cantidad de agua.

Menuda recena me estaba dando Mr. Murphy y la lavadora¡¡¡.

Al día siguiente se repitió la misma jugada. Ahora tengo pendiente tomar una decisión: llamar al Sr. que repara lavadoras o decirle a mi visitante nocturno, al Sr. Murphy, que se quede a vivir conmigo de forma permanente. Nada de sorpresas de última hora...

Puede que me pida en matrimonio¡¡¡...


Cuántas veces en la vida ocurren situaciones como la descrita??? un número limitado??? porque de ser así, mi cupo ya debería estar cubierto.

Mientras decido si arreglar la lavadora o sumarme a una compra en incómodos plazos escucharé un poco de música....Time¡¡¡ de Pink Floyd.

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